

Por: Germán
El mercado interno se encuentra deprimido, las exportaciones ya no son rentables y la presión externa aumenta sin la implementación de políticas activas que protejan la producción nacional. Un estudio reciente de la Federación Argentina de la Industria Maderera y Afines (FAIMA) indica que aunque la actividad industrial en general creció un 5,5% en diciembre de 2024, según el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) publicado por el INDEC, el sector de la madera sufrió una caída del 13,7% en términos acumulados. Por su parte, el subsector de muebles y colchones registró un aumento interanual del 52,9% en diciembre, pero esto se debe a la base extremadamente baja del mismo mes de 2023, cuando la actividad alcanzó un mínimo histórico. En el acumulado anual, la caída total fue del 17,8%.
Fernando Couto, director Ejecutivo de FAIMA, destacó que muchas industrias del sector operan al 40% de su capacidad instalada, mencionando: “El consumo se ha contraído de manera alarmante. La obra pública, que impulsaba la demanda de madera, está completamente paralizada y las condiciones para exportar son cada vez más desfavorables”.
El impacto se extiende a toda la cadena foresto-industrial. César Federici, presidente del Instituto del Mueble Argentino (IMA), señaló que las empresas más perjudicadas son aquellas que se encuentran en los primeros eslabones de la cadena, como los aserraderos, que destinaban gran parte de su producción a la exportación. Ante un tipo de cambio que no se ajusta a la inflación, los costos internos han aumentado más allá de lo que mejoran los ingresos por exportaciones, dejando a muchas sin margen de maniobra.
“Estamos operando al 50 o 60% de nuestra capacidad. Algunas empresas han reducido su estructura, otras están suspendiendo turnos o dando días de vacaciones. No hemos tenido despidos masivos, pero sí una pérdida constante de actividad”, afirmó Federici.